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Miguel Guerra Leon
Un Relato que narra las situaciones y precausiones que todo afortunado (y desdichado) cuidadano debe considerar. Un escrito para quienes han sufrido la perdida de sus monedas al ser deboradas por algún teléfono mudo.
lang=ES-PE>El teléfono malogrado
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Miguel Guerra León
(librepensador
)
¿Qué pensaría Antonio Meucci al ver profanado su invento?, observar que los teléfonos despiertan mudos por los golpes de cada noche. Los aparatos callan pero los destrozos hablan por sí solos: auriculares robadas, rendijas trabadas por bolsas o alambres para que retenga las monedas. El teléfono malogrado no es un juego, es un tema real que involucra a todo aquel que inserte una moneda en una cabina pública.
En las principales avenidas de la capital, existen cerca de siete mil quinientos teléfonos víctimas de vándalos que buscan apoderarse de las monedas que la cajuela de
devolución guarda. Así, los receptores se vuelven alcancías urbanas listas para ser saqueadas. Los aparatos, no sólo deben oír al único animal que habla sin tener nada que decir, deben aguantar que le introduzcan palitos de fósforo, que los agarren a fierrazos, pedradas o patadas los hampones que, cual espectros vivientes solo arrastran miseria y desolación.
Quien se acerca a alzar el auricular de un teléfono, siente el temor casi patológico de perder los centavos que su mano sujeta. Es sumamente importante inspeccionar la rendija donde se depositan y devuelven las monedas, fijarse que la pantallita nos invite a ingresar el dinero, y por último, insertar el sencillo de a pocos para asegurarse que ninguna ramita obstruya la ranura. Sin lugar a dudas, consejos útiles que la experiencia diaria ha enseñado.
Sin embargo, cuando el calendario parece un Martes 13, es posible que las precauciones no sean suficientes, el margen de error puede tocarlo y hacerle perder las únicas monedas que logró juntar, sí, aquel único sencillo con el que contaba. Los teléfonos luchan para no caer, aún cuando son atacados por quien cayó en la trampa del ladrón, una víctima que para sentir que no lo es: grita, golpea y destruye. Entonces, la cadena de víctimas parece no tener fin. Teléfonos dañados, usuarios perjudicados y una empresa de telefonía que pierde confianza y dinero.
Los desperfectos son ocasionados por bandidos avezados, sucios y errantes de la plomiza Lima. Hombrezuelos que al poco tiempo de ser capturados deberán dejarlos en libertad al no superar el monto de hurto agravado. Algunos opinan que se podría remediar el asunto colocando un rottweiler que proteja la casilla telefónica como sus antepasados caninos resguardaban las monedas de los romanos.
No obstante, para revertir el problema, Telefónica del Perú se ha visto en la necesidad de integrar nuevos dispositivos de seguridad tales como: correderas de ingreso de monedas reforzadas, cajetín de devolución de monedas y un sistema de protección contra el robo de línea. Además, como soldados aventureros salen por las noches los técnicos de la compañía para restablecer a los teléfonos que han sido heridos en la jornada diaria.
A todo esto, la empresa da la oportunidad para que la ciudadanía pueda contribuir a combatir al vandalismo telefónico. Existe un número gratuito al cual podrá reportar cualquier acto vandálico, de fraude o de avería que presente un teléfono, sólo debe marcar el: 0800-17400 y de inmediato la Central de lucha contra el Fraude de Telefónica del Perú se pondrá en acción.
Entre los caminos para contrarrestar el problema, se contempla el mensaje del economista ingles, Henry George: “La ley de la sociedad es cada uno para todos y todos para cada uno”. El público debe ser un vigía que ayude a disminuir el porcentaje de aparatos estropeados. Todos podrán salvar a un teléfono por medio de otro teléfono. No permita que lo callen, el teléfono es el eco de su voz a distancia, no deje que la codicia obstruya su llamado.
Entrevista de afectados:
publicado:
http://www.redaccionline.com/index.php?option=com_content&task=view&id=99&Itemid=49
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