Crónica del Nigth Club: "Gruta Azul" localizado en el Centro de Lima (Perú) El texto narra a un público eufórico que busca el erotismo, la desnudes y otras delícias de una noche de Martes.
lang=ES-PE>La Gruta de los
Deseos
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Miguel Guerra León
(librepensador)
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“El
placer es el bien primero. Es el comienzo de toda preferencia y de toda
aversión. Es la ausencia del dolor en el cuerpo y la inquietud en el
alma”
Epicuro
de Samos (filósofo hedonista)
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Entre
las dolidas calles de Lima se esconde un santuario nocturno que es alumbrado
por un letrero de neones multicolor. Este paraíso lleva el nombre de “La
Gruta Azul” y está localizado entre las intersecciones de la Avenida
Wilson y el Jirón Quilca. El nombre de este Nigth Club rememora al recinto
privado del emperador Tiberio; el mismo que era usado para satisfacer sus más
lujuriosos deseos. Para acceder a esta cueva de los deseos se debe pagar la
módica suma de dos soles, luego podrá adentrarse en aquella oscuridad que
oculta el néctar que termine con la sed del peregrino. Seguidamente
aparecerá una amplia escalera que conduce al sótano de las delicias; ahí
al final de las gradas, como anuncio de lo prohibido, emerge una pared que
tiene la pintura El Pecado Original
de Rafael, que ilustra la tentación del diablo a Adán y Eva.
Una vez
dentro del local, la atmósfera es cubierta por baladas ochenteras, un
nebuloso humo de cigarro, que hacen desvariar. En toda la gruta se
hallan vírgenes ya profanadas por peregrinos que desean ser tocados por sus
santas manos. Los clientes llevan un rostro sórdido y una vestimenta acorde
a su trabajo, normalmente son empleados, obreros y comerciantes provincianos
que buscan olvidar la maldita realidad del trabajo y fantasear a ser Adonis
a los cuales no se les dice no, ellos ansían regocijarse con
las danzas de las jóvenes que parecen incitarlos como cuando Salome bailo
para Herodes.
Tragos van y
tragos vienen del bar que está frente a las bien alineadas mesas que
ostentan a hombres disfrutando de la compañía de alguna de las chicas del
salón. La exaltación de hombres en saco y corbata se confunden con otros
en jean cuando el presentador de la noche da inicio al Show de la Gruta
Azul. Frente a las mesas se encuentra el Altar de la Gruta, un amplio
tabladillo color negro con dos barras que llegan hasta el techo, y es ahí
donde las jóvenes harán su erótico show descubriendo sus esbeltos y
provocadores cuerpos. Las diablitas elevan la líbido del espectador,
mientras se contornean al ritmo de la música: bailan, caminan y gatean por
todo el escenario, se observan por los espejos que parecen empapelar la
mitad del local y suben a lo más alto de la barra para hacer un acrobático
y generoso descenso que termina con un maravilloso juego de piernas que guía
la mirada de la concurrencia.
Sin
embargo, de todas las chicas, la más bonita, sensual y cariñosa es Dafne:
La Rosa Escarlata. Ella es una simpática chica que parece ser del cálido
oriente del Perú. Su dulce sonrisa y su mirada traviesa parecen embrujar, y
el brillo de las lentejuelas del bikini rojo decoran su escultural cuerpo
color canela. Entre las primeras filas un hombre parlotea y lanza besos
grotescos a Dafne, ella coqueteaba con el joven de al lado, un chico de
cabeza desnuda y de mirada tímida; lo mira, le sonríe, baja del escenario
y se sienta sobre él dando seductores brincos. Luego se aparta de su regazo
y vuelve a subir al escenario para ir dejando
al descubierto la poca piel que sus prendas cubren. El entusiasmado muchacho
le pregunta a la máquina de besos -¿Usted
siempre viene? -Todos los viernes
y Sábados, -pero hoy es Martes,
– Si, es que hoy me di un tiempito,
-Sabe si las chicas cobran?, - Claro,
con cien soles la haces, de inmediato la conversación es interrumpida
por dos sonoros besos. Pero al igual que él, todos se concentraban para
observar tras la negrura del techo y el juego de luces rojas, amarillas y
azueles.
Termina la
ronda de bailes, pero la fiesta romana continuará hasta las cinco de la mañana.
Algunos espectadores se retiran, otros prefieren ir a las acolchonadas mesas
para tomar unas cervezas acompañado de las caricias de alguna de estas
doncellas de la noche. Así el joven curioso va hacia la mesa del rincón
para beber una cerveza. Tras unos minutos observando el ambiente, ve a Dafne
pasar por su lado y se atreve a llamarla, la joven de veintiséis años se
sienta a su lado y lo saluda cariñosamente. Una vez roto el hielo, ella le
pide un Cuba Libre para que puedan compenetrarse más en un dialogo que
calme la inquietud del alma. Sería el trago número quince que se toma, y
ya a mitad de la noche los efectos se hacen evidentes en el desvarío de su
lenguaje. El licor le ayuda a desinhibir y a relajar su pena de meretricio,
pero siente que no tiene otra salida, su hija de seis años debe comer,
vestirse y estudiar. Dafne toma por dos razones: para aliviar sus penas y
para ganar más dinero por el licor que le invitan.
Dionisio era
el mediador de la charla, la diablilla de lencería roja y botas negras
jugaba con sus manos, acaricia, sonríe y seduce con la mirada para
despertar los impulsos animales. De pronto la joven pregunta a su acompañante
si le gustaría pasar un momento inolvidable, que lo trataría tan bien que
quedaría completamente satisfecho, pero
normal">te costará ochenta soles por media hora y tenemos que ir al salón
privado. El privado es un misterio, todos quieren experimentar lo que
sucede detrás de esa puerta de madera que es decorada con una cortina púrpura.
La noche avanza hacia el final, así como las de los hombres que salen del
privado que parecieran haber dejado la euforia dentro de la habitación. Lo
que hace Dafne es invitar a que el placer sucumba ante el éxtasis de su
cuerpo. Así acaba todo, así la pasión muere de noche en La Gruta de los
Deseos.
por: Miguel Guerra León